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domingo, 18 de abril de 2010

Pinocho

Flor de hijo de puta, este Pinocho. Durante años explotó la inmerecida fama de poseer un pene de madera. Es hora de que mis pequeños lectores se enteren de la verdad: Pinocho jamás tuvo pene.
Así como lo oyen, Pinocho jamás tuvo pene, utilizaba su nariz para ciertos menesteres, con bastante éxito tendremos que admitirlo, pero pene, lo que se dice pene, nunca tuvo.
La verdad se descubrió por una serie de circunstancias que comenzaron una oscura noche cuando la mujer del molinero retozaba con Pinocho sobre el pasto y éste estornudó.
En el momento exacto del estornudo la famosa nariz de Pinocho había penetrado en la sonrisa vertical, como dicen en España, de la molinera. Más aún, no fue un solo estornudo, fue una sucesión de estornudos, pues como todo el mundo sabe Pinocho era alérgico a la harina.
Lo que esta mujer gozó es difícil de describir en palabras pero la molinera se encargó muy bien de propagar lo que ella denominó: "El más grande orgasmo que jamás haya existido", y como suele pasar en estas cosas la noticia se propagó como un reguero de flechas (pólvora no había en esa época) hasta llegar a oídos de la Reina.
-¿Será cierto? -comentó la soberana a una de sus criadas.
-Si el pueblo lo dice tiene que ser cierto, pues los pueblos nunca se equivocan -contestó la sierva.
-¡Calláte, psicobolche! -dijo la Reina.
-Vox populi vox dei -insistió la plebeya.
-Dicen que la tiene de madera -continuó la Reina.
-Para mí Pinocho es un personaje de ficción -retrucó la doncella.
-¿Qué es ficción? -preguntó la inculta soberana.
-Algo que no existe.
-¿De lo que no hay?
-Bueno en cierta forma -contestó la criada.
-Es lo que suponía. ¡Llamad al capitán de la guardia!
-Está durmiendo en vuestra cama, majestad.
-¿Todavía duerme?
-Hombres -comentó la confianzuda doncella.
El bando real decía así:
"Es el deseo de su majestad que sus deseos sean satisfechos."
Poco claro el mensaje a mi entender, pero las reinas son así, se creen reinas y suelen serlo, pero lo cierto fue que los habitantes del reino lo interpretaron cada uno a su manera.
-Esta hija de puta quiere aumentar los impuestos -decían algunos.
-Seguro que nos confiscan las ballestas -decían otros.
-La vacuna antipobres... se viene la vacuna antipobres -decían los más alarmistas.
-¡La guerra! ¡La guerra! -vociferaban los pacifistas- ¡Pelearemos hasta la muerte por la paz!
En fin, los rumores eran muchos, pero nadie sospechaba siquiera que el único deseo de su majestad era disfrutar de ese legendario "palo santo", como lo definía una novia ecológica de Pinocho.
A todo esto el deleznable muñeco de madera disfrutaba de su prestigio.
-Potro -le gritaban las mujeres por la calle.
-¡Caballo de calesita!
-¡Idolo!
-¡No te mueras nunca!
Pinocho no se inmutaba. Frío y calculador, pergeñó un plan que sus biógrafos han denominado "plan de madera", porque, efectivamente, era una boludez.
El plan consistía en imponer la moda de la piel de luna. El sol trae cáncer. El sol avejenta.
No sea negra de mierda. Etc.
Pronto las mujeres comenzaron a competir en palidez y no encontraron otro recurso que empolvarse con harina.
Astuto, el alérgico.
La fama de Pinocho se acrecentaba, y un día la Reina no resistió más la tentación y cayó de sorpresa en la casa de Pinocho.
Las reinas, como todos sabemos, no andan con chiquitas, pero la pija de Pinocho no era ni chiquita ni grande, simplemente no era.
Además era de día, además la Reina ni se había enterado de la moda de la harina, además estaba caliente y a una Reina caliente hay que tomarla con pinzas.
-Desvestíos -ordenó.
Pinocho tuvo que desvestirse. El asombro de la Reina se mezcló con su furia.
-¿Y esto?
-Me convertí al judaísmo. Majestad... me acaban de circuncidar.
-¿Tanto?
-Sí, majestad.
-¿Quién os circuncidó?
-Saúl "el epiléptico" -contestó muy suelto de cuerpo Pinocho.
Se dice que ese día empezó la persecución de los judíos.
Flor de hijo de puta este Pinocho.

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